El miedo siempre está ahí. Existen personas más y menos propensas a su veneno, pero siempre acaba apareciendo en alguna de sus formas: arma de disuasión, rasgo de la personalidad, inhibidor físico, etc.
Se trata de una emoción que se sitúa piramidalmente en la cima, ya que si no existiese, tampoco lo harían muchas otras. Como por ejemplo la valentía, estrechamente ligada al actuar o no actuar. Si no existiera, nosotros lo haríamos también en menor medida, puesto que el miedo, te ayuda a ser consciente de donde estas, y de lo que uno está dispuesto a arriesgar para conseguir algo.
Preocupación, incomodidad, inseguridad. El miedo tiene amigos en los que se apoya para vencer y acometer su falso cometido, el asegurar la estabilidad y seguridad del sujeto. Nos intenta engañar y llevar a su lado, hacernos sentir inseguros, pero paradójicamente es dicha seguridad la que nos acabara desgastando y llevando a la tumba poco a poco si no nos encaramos con él y lo vencemos.
Y es entonces, al meditar si deseas cambios y decidiendo cuales son, uno de esos pocos momentos en los que viajas a una dimensión más lejana e interior de ti. Uno de esos momentos en los que se dejan banalidades atrás, te quitas la máscara que se esconde tras el piloto automático, y entre sudores fríos e imprecisos pensamientos, debido a la voluntaria escasez de práctica al volante, eres auténticamente tú 100%, sin colorantes ni conservantes.
La sensación obtenida tras vencer al miedo no puede ser otra que una renovada ilusión por el futuro. Para unos no tiene mayor importancia vivir sin vivir, tal y como lo puede hacer un caballo; para otros, es una necesidad vital el aprovechar lo que se nos ha dado.
En ocasiones nuestros miedos nos bloquean, creo que la idea es poder vivirlos como un motor en nuestras vidas y no como paralizantes...
ResponderEliminarInteresantes apuntes Alejo.
Un abrazo