En estos revueltos tiempos políticos, me dispongo a dar mi opinión apoyándome en primera instancia en dos grandes filósofos, y mediante la publicación de tres entradas donde progresivamente daré a entender mi opinion. Hablaré sobre las primeras etapas de la evolución política, de modo que podamos también apreciar la evolución que han tenido ciertos valores humanos. Ya que no olvidemos, la política está a servicio del hombre y de sus objetivos como raza, donde el primero de ellos es la felicidad. Estos dos filósofos son Platón y Epicuro.
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La cultura griega tuvo desde sus orígenes, dos importantes objetivos: conocer el mundo y manejarlo.
De manera similar a nosotros mediante este blog, los griegos también meditaron sobre ciertos temas. ¿Tiene el ser humano la posibilidad de liberarse de ese Logos inmenso que parece regirle? ¿Es libre o está atado a un lugar que, en el fondo, es su voz y por el habla? Las respuestas a fueron múltiples pero una de las respuestas tuvo una particular resonancia. Ante un ser atado a destinos incomprensibles, a caprichos o designios de complicadas divinidades, los griegos descubrieron una palabra que expresaba la independencia de esos “hados”: libertad.
Los sofistas enseñaron a descubrir que no dependían de destinos divinos ni de palabras inmóviles. Comparaban la sociedad con un lago, que fluía entre todos, que se contradecía, se enriquecía y se transformaba de múltiples maneras, que era posesión y hacienda de todos, que era dialogo, que con ella, se podía llegar al fondo de la propia persona.
Pero una vez que este proceso liberador estuvo encadenado, hubo que organizar la convivencia, la polis, y establecer entre los ciudadanos un haz de relaciones que, de alguna forma, sirviese para cohesionar esa creatividad de palabras. Había pues que seguir conociendo el mundo y por supuesto, había que seguir intentando modificar o construir la praxis de los hombres. Organización.
Fue precisamente Platón quien, de una manera dramática intento orientar la educación hacia la polis que da sentido a los, de otra manera, incoherentes deseos de los hombres. Como es evidente, aquellos trazados de la mente, aquel lucido e inquietante esfuerzo teórico por coordinar las actividades de los hombres en una ciudad justa y por señalar autoritariamente el territorio de las utilidades, no pudo jamás realizarse.
Una de las principales razones por las que el modelo político de Platón fracasó es por relegar a un segundo lugar los “incoherentes” deseos de los hombres. Bien es cierto que pueden ser incoherentes, pero estos deseos terrenales son la base de la existencia, la base de la felicidad terrenal y nunca han de ser apartados. De igual manera a Platón, muchas personas aún hoy no se han dado cuenta de que vivir, es ser feliz. Trabajamos, comemos, dormimos, tenemos descendencia, pero de nada vale todo esto, si no se es feliz. El razonamiento es el mismo, a mi parecer erróneo por ambas partes.
De igual manera, no se puede orientar el todo hacia la polis. El ser humano es quien debe estar en el centro, pues como hemos dicho antes, realmente el objetivo de vivir es ser feliz. Y aquí, a mi parecer, es donde falla la política hoy en día. No solamente el indivuo carece de poder, sino que además de no tenerlo, estos “políticos” no están orientados al ser humano (y no me refiero solo a los nativos del país) y a menudo obedecen a otra clase de intereses. Con el objetivo de sentirse libres los hombres crearon la política, sin embargo, ahora parece que es la política quien tiene presa a los hombres. Este paso a la colectividad, significa en mi opinión el primer paso en la irrealidad.
Para finalizar con la idea política de Platón, decir que el esquema en el que funciono la filosofía del helenismo presento cambios sustanciales en la organización de la ciudad. En ella, el ciudadano no alcanza a ser oído, ni sus deliberaciones pueden ajustarse a un fondo común de intereses. La voz del intelectual queda también perdida, inerte en su propia soledad. Y una vez perdida de vista los objetivos principales, esa obtención de la felicidad por parte de los individuos y la sensación de actuar proactivamente en el destino del mundo, la política no solo carece de sentido, sino que se desmorona.
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