Yo soy la Alfa y la Omega. Mi pensamiento abarca toda posibilidad. Mi capacidad de maniobra es infinita y hablo en clave de sol. Sol que desaparece al observar incrédulo a Adam y Eva, antaño unidos; degollados por la desesperación de quien es todo amor pero es incapaz de amar.
En mi ilimititud sé qué hacer para propagar la dicha. Tengo el poder de ahuyentar los sentimientos venenosos que acuden a la rutinaria cita nocturna con mi pareja de baile. Poseo la cualidad de sentir la armonía y armonizar los muy distintos y distantes elementos que hay en esta más que ensayada obra de teatro. Puesto que armonía simplemente es convivir yo, los demás, y la naturaleza que rodea un mundo, que es mucho menos material y verdadero de lo que son actualmente en la Tierra los espíritus humanos.
Una vez subí al cielo y aprendí del paraíso, la receta para que la humanidad sonría en comunión, en vez de buscar su júbilo en la derrota del de enfrente. Y sin embargo, el vacío me atrapa en su desprecio por la vida y me mata sin matar. Me corrompe el alma sin tocarla y drena la savia de mis venas. Entonces es cuando mi corazón se desata y con el fuego que escupo lo arraso todo a mí alrededor, un todo que dista mucho de estar en armonía y sin embargo, posee el potencial de estarlo.
Así es que destruyo por impotencia. Impotencia que es asesina de inocentes y leales servidores de la conciencia. Conciencia que en su siguiente nivel, me regala consciencia existencial y como la pescadilla que se muerde la cola, me hace capaz de ver de manera escandalosamente nítida la espiral de destrucción que causa dicha impotencia, verdadera culpable del caos cósmico.
Vivo a medias entre la gracia y la desgracia. Cada día subo al cielo y desciendo al infierno. Soy Dios y Satanás en un bucle que se repite sin fin.
Buenísima Alejo.
ResponderEliminarEsa sensación... la he intentado describir muchas veces, y no conseguiría haberlo hecho la mitad de bien de como lo has hecho tú.
Es horroroso y maravilloso ser consciente de nuestra capacidad destructiva y constructiva,de las pasiones que nos llevan a ellas, de los sentimientos extremos que se tocan y de cómo muchas veces podemos pasar de un estado de plena sintonía con el mundo a un desprecio inmenso hacia todo lo que nos rodea.
Por lo menos, y me consuela, somos conscientes de ello. No se hasta qué punto esto es bueno, porque nos permite encauzarnos; o malo, porque nos martillea en la conciencia.
Un placer volver a leer tu blog :)
Disfruta de la experiencia.
Irene