Me encontraba tirado en el sofá, observando asombrado un partido de Rafael Nadal cuando una vez más, y sin previo aviso me encontré perdido en las profundidades de mi ser, buscando una respuesta a la pregunta que instantes antes me había golpeado en el pecho y que incrustada firmemente, amenazaba mis razonados ideales, mi modelada personalidad y hasta había llegado a cuestionar mi ética.
¿Por qué perdía tiempo de mi vida viendo deporte si en principio no me aporta nada de utilidad? Quizá para otras personas esta pregunta sea considerada inocente, tonta, fácil de digerir y de olvidar. Pero durante toda mi vida adulta he vivido conforme a lo que pensaba y ni ahora, ni en un futuro cercano o lejano, concebiré el vivir de otra manera, y es por ello que de esta pregunta tan tonta dependía mi futuro. Y ahí estábamos yo, la silenciosa noche, y Nadal dándole raquetazos a una pelota.
No lo conseguí esa noche pero como suele suceder, la duda ya había sembrado en mí la semilla que poco más tarde maduraría, hasta convertirse primero en pensamiento, para después convertirse en idea y finalmente, en manera de vivir.
Los deportistas me emocionan. Y me emocionan porque todos ellos demuestran tener las suficientes agallas como para atreverse a intentar lograr lo que de pequeños todos ellos han deseado ser, sin importarles cuanto sacrificio haría falta.
Vibro cuando siento en la mirada de Nadal la furia y en cada golpe, el coraje del que hace gala partido tras partido. Me entusiasta Xavi Hernández al verle desterrar su ego partido tras partido, jugando constantemente para otros y nunca para sí mismo; también Andrés Iniesta al verle hacer fácil lo imposible y Carles Puyol por demostrar que no hace falta haber nacido genio para llegar a lo más alto, el echarle huevos a la vida muchas veces es más importante. Admiro la filosofía con la que un campeón nato como Fernando Alonso asimila que por razones externas, aun dando todo lo que tiene dentro, no le es posible ganar carreras y alucino con la inteligencia fría de la que hace uso aun en las ocasiones más extremas. Me fascina la capacidad que ha demostrado Felix Baumgartner para dejar sus instintos más básicos atrás y realizar lo que realmente le apasiona.
En definitiva, aprendo de todos y cada uno de ellos valores y actitudes que un día creí imposible que un ser humano pudiera poseer, y me ayudan a tener personas de carne y hueso en las que puedo fijarme para progresar.
Me ha recordado a una frase del propio Nadal queme gusta bastante: "He llegado donde he llegado porque he estado dispuesto a hacer lo que tenía que hacer" :)
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