En aras de continuar con conceptos y pensamientos relacionados con la postmodernidad, y por tanto, anclados en nuestro presente; tras “el desierto de lo real” de Jean Baudrillard y “el amor líquido” de Zigmunt Bauman, llega “el pensamiento débil” del popular filósofo italiano Gianni Vattimo.
La posmodernidad se constituyó contra los grandes relatos y los discursos generales y únicos. Esto es, hoy en día no es posible comprender el presente desde el prisma de la historia europea, desde el punto de vista de la religión cristiana o desde los ojos de los aliados, ganadores de la segunda guerra mundial. De igual manera, reniega contra los discursos totales o totalitarios que tanto daño han hecho a la humanidad. Se trata de una ética de la tolerancia.
Vattimo propone el pensamiento débil como instrumento para superar las deficiencias de la ilustración. No se trata ya de conseguir una sociedad y una calidad de vida digna para el ser humano basados en la convicción de que el progreso es la única vía a seguir; sino de aumentar nuestro valor como individuo mediante la destrucción de la cultura existente, en el sentido de: prejuicios que distorsionan la realidad, costumbres que no aportan nada, la idea de ciencia como reencarnación del Dios muerto que Nietzsche describió, etc.
Se apoya en el razonamiento de que la verdad no es algo dado como un hecho frente a mí, sino como algo consensuado mediante un dialogo. Se trata de expulsar de una vez por todas los dogmas de nuestras vidas. Es necesario entender que el pensamiento débil no impugna ni pretende abolir la Ilustración, último intento de pensamiento fuerte, sino hacer caer a los individuos en un nihilismo controlado. El objetivo es que las personas no se tengan que inclinar ante ninguna autoridad, que no acepten ningún principio como artículo de fe. Sólo cuando se prescinde de la necesidad de lo absoluto resulta posible realizar la propuesta kantiana de ‘atreverse a pensar’ sin certezas previas; es decir, sin hacer trampa.
Vattimo, de pensamiento izquierdista desde que tiene uso de razón, se propone con el pensamiento débil una anarquía no sangrante. Un estado en el que no hagan falta instituciones fuertes que dominen nuestras vidas y nos traten como súbditos del poder. Y es que el pensamiento débil, es además el pensamiento de los débiles, que siempre han sido mayoría y motor de los cambios sociales.
Un Austriaco hace poco me preguntó por qué los españoles (Y se podría decir que los europeos) todavía no han quemado el parlamento. La respuesta, es que seguimos siendo hijos del pensamiento fuerte. Los políticos lo hacen mal, pero creemos que necesariamente debe haber un ente que administre los recursos de un país y los ciudadanos no podemos hacer absolutamente nada para cambiarlo. Por no decir, que ellos trajeron a nuestra actual deidad -la tecnología cotidiana- a nuestras vidas y no solo cumplimos sus dogmas a rajatabla, sino que aceptamos intrínsecamente a su hermano mayor, el capitalismo, que tan bien nos hace sentir cuando le rezamos (compramos ropa que ni de lejos necesitamos).
Todo lo anterior: la política, la ciencia moderna y el capitalismo; no son más que modelos de pensamiento fuerte heredados. Atacar a nuestros políticos y al capitalismo desenfrenado de manera directa supondría implícitamente hacerlo a toda forma de pensamiento fuerte, y hoy en día, no estamos dispuestos a desembarazarnos de lo poco bueno que tiene esta economía de mercado, en pos de sacar de nosotros lo maravillosamente bueno que tenemos dentro de nosotros.
Hay que aligerarse de todas esas literalidades, desarrollarse hacia una condición de mayor espiritualidad y ligereza. - Gianni Vattimo.
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