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Pequeños detalles

En medio de la noche abrí los ojos. Y según fui recordando quien era y que hacía allí tumbado, decidí levantarme a por un vaso de agua, pues sentía la boca excesivamente seca. Cuando me volví a acostar me pregunté:

“¿Qué hora será?”.

Y con la intención de aproximarme lo máximo posible a la hora correcta, comencé a meter variables en el cálculo.

“¿Cuánto de cansado me siento? ¿Cuánto ruido hay en la calle? ¿Sigue mi ama viendo la tele?”.

Mi primera aproximación dio como resultado que eran las 4:30. Pero lejos de contentarme pensé.

“Guay, pero que justo salga un número taaaan redondo es sumamente difícil…”.
Así que concretando aun más mis anteriores razonamientos, llegué a otro número.
“Deben ser cerca de las 4:18, o 4:20”.

Pues miré la hora y exactamente eran las 4:30. Después de sonreírme a mí mismo y abrazar a mi querida almohada llegue a una conclusión bastante obvia, pero la cual no tenemos muy presente algunas veces.

En demasiados momentos de nuestras vidas damos más vueltas a las pequeñas cosas de las necesarias, conllevando con eso a que no solo erremos en muchas ocasiones, y que sacrifiquemos tiempo muy valioso que seguramente necesitemos en otros asuntos de nuestras vidas; sino que también y lo más importante, a que tengamos un motivo más de preocupación y estrés. Lo cual no hará sino quitarnos parte de nuestra felicidad.

Comentarios

  1. y sin embargo qué felices nos pueden hacer esos pequeños detalles: ver que tienes tiempo para dormir, el primer rayo, una caricia...

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  2. :)

    No podría estar mas de acuerdo... me quedo con el detalle de la caricia, simplemente alucinante!

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