El conjunto de creencias que nos hemos/nos han formado sobre el mundo, constituyen nuestras subjetivas realidades y mediante esas “gafas” vemos la realidad objetiva teñida de un u otro color. Posteriormente, para hacer frente a esa realidad amenazadora e incipiente en nuestras mentes y dependiendo de lo agresivo que nos parezca ese mundo creado, nos escondemos en más o menos mascaras con la intención de protegernos de “eso” que nos golpea en la frente a cada paso que damos. Somos participantes en un eterno baile de disfraces, en el que las máscaras van y vienen.
De este modo, cuando Paco se encuentra con una persona inocente, natural, desenfadada; su mente le dicta que debe tener cuidado con dicha persona, pues Paco “sabe” que una persona madura ha de mantener siempre la compostura o ningún ente (persona o empresa) va a contratarle para su vida.
Cuando Paco se encuentra con una persona vegetariana; su mente le dicta que debe tener cuidado con dicha persona, pues Paco “sabe” que una persona para estar sana ha de comer carne, “sabe” que los animales no tienen sentimientos y que por tanto, meditar sobre sus vidas es una ingenua pérdida de tiempo.
Cuando Paco se encuentra con una persona que se mueve por el mundo de manera lógica-intuitiva; su mente le dicta que debe tener cuidado con dicha persona, pues Paco “sabe” los mecanismos del universo porque lo ha leído en algún estudio o artículo publicado de internet y todo lo que sea no actuar en base a ello, es de personas vulgares.
Y es cuando una persona se llena el alma de creencias populares de su tiempo. Cuando una persona da forma a su mundo particular sin ni siquiera meditar durante dos minutos las creencias sobre las que está construyéndolo, cuando se convierte en un Zombi filosófico. Seres que únicamente se mueven por inercia existencial, como animales. Son Zombies que, similar a cuando huelen sangre en series televisivas, al olerse que algo choca contra su creencia, que pueden ser tanto palabras como actos, despiertan de su letargo filosófico para combatirla como si del propio demonio se tratara y una vez demostrado y achacado al "rival" la no lógica de “ello” que va contra su creencia, vuelve a dormirse.
Pero por supuesto, ocurre también que existen hombres que no solo desean pintar el mundo de un color, sino que ansían también poder dibujarlo. Que no se limitan a dar un porque a algo, sino que van más allá y le intentan buscar significado a lo que ven sus ojos. Sucede igual que cuando escuchamos canciones en una lengua extranjera. Nos puede gustar la melodía, el tono o la calidad de la voz, los cambios de ritmo que emplea, etc. Pero si no somos capaces de entender la letra, sino hacemos el esfuerzo en traducirla, no la estaremos viviendo.
La vida, necesita ser vivida. Necesitamos tener de ella una vivencia. Vivencia significa lo que tenemos realmente en nuestro ser psíquico: lo que real y verdaderamente estamos sintiendo, teniendo, en la plenitud de la palabra “tener”. Para vivirla es indispensable entrar en ella como se entra en una selva: entrar en ella a explorarla. La vida, antes de haberla vivido, no puede tener sentido, resultara ininteligible. Parecerá acaso inteligible en sus términos: estará compuesta de palabras que ofrecen un sentido: pero ese sentido no estará compuesto de vivencia real. No tendrá para nosotros esas resonancias largas de algo que hemos estado mucho tiempo viviendo y meditando. - Lecciones preliminares de filosofía, Manuel García Morente.
Si el conocimiento vacío convierte nuestra mente en un amasijo de engranajes enfocados a que actuemos de una manera concreta, nada más recibir un determinado estímulo; las creencias vacías nos convierten en almas errantes, en terroríficos Zombies filosóficos.
Aquel para el que todo resulta muy natural, para quien todo resulta muy fácil de entender, para quien todo resulta muy obvio, ese no podrá ser nunca filosofo. El filósofo necesita, pues, una dosis primera de infantilismo, una capacidad de admiración que el hombre ya hecho ya endurecido y encanecido, no suele tener.
Por una parte hemos de eliminar lo más posible de nuestras consideraciones, las cómodas pero perfectamente inútiles tradiciones de la sabiduría popular. Existe una sabiduría popular que se condensa en refranes, en tradiciones, en ideas, que la masa del pueblo trae y lleva. La filosofía no es eso. La filosofía, por el contrario, ha de reaccionar contra esa supuesta sapiencia popular. La filosofía es incompatible con la excesiva facilidad con que estas concepciones de la sapiencia popular pasan de mente en mente y arraigan en la mayor parte de los espíritus. - Lecciones preliminares de filosofía, Manuel García Morente.
Por lo menos si la persona tiene un vacío que sea fértil...
ResponderEliminarBuena entrada Alejo
Un abrazo
La parte mala de no meditar demasiado sobre lo que nos rodea, es que precisamente lo que consigues es que tu mente no sea ya capaz de volver a hacerlo de forma natural.
ResponderEliminarMuchas gracias por los últimos comentarios y perdón por no contestártelos, he andado un poco liadillo.
:)