La vida continúa. No cede ante la presión de nuestras almas por detenerla y poder vivir eternamente. Los paisajes se suceden uno tras otro. La lluvia aparece y desaparece, al igual que esas personas con las que compartimos un trocito de vida y en las que un visto y no visto, se van, tal como vinieron para seguir con su propio camino, por sus propios raíles.
Las ventanas separan dos mundos, el de los que se quedan en la estación para regocijarse en el ayer y el de los que partimos para disfrutar del mañana. Las literas del vagón actúan como elixir de la vida, te ayudan a cerrar los ojos, pero no con la sola intención de descansar un poco, sino con la de abrirlos mañana con nuevas ilusiones y estímulos, que te ayuden a sentir que la vida merece la pena, aun cuando te des cuenta que el mundo jamás será tan bueno como te lo contaron.
La vida no se detiene, la vida continua. El tren ya está en marcha.
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