Introducción
Considero necesario realizar una introducción que legitime la validez de la entrada. Previamente a decidir leer y escribir sobre Jacques Derrida, no tenía prácticamente conocimientos sobre él y como hice en el pasado con una serie de filósofos postmodernos, me puse manos a la obra. El libro que en mayor medida he usado para aprender sobre él, es una biografía de Jason Powell llamada “Jacques Derrida, una biografía”, donde en 282 páginas habla sobre su vida y la evolución de sus pensamientos. También he encontrado información en conocidas páginas web como “philosophica” y “Derrida en castellano” y he leído extractos de algunos libros suyos como “De la gramatología” y “Espectros de Marx” que me interesaban especialmente. A la hora de escribir la entrada, combino texto propio, en los que resumo o intento hacer más sencillos sus pensamientos; fragmentos específicos de otras fuentes que he considerado muy interesantes y potencialmente entendibles por los lectores y algunas opiniones y comentarios personales.
Biografía y deconstrucción
Jacques Derrida es un Filósofo-literario de origen judío, que nació el 15 de julio de 1930 en la Argelia francesa y murió el 08 de octubre de 2004 en Paris. Aunque proveniente de una familia de clase media acomodada, desde pequeño tuvo que hacerse a sí mismo debido a la poca formación intelectual de sus progenitores, hecho que lo ayudó a convertirse en uno de los principales libre pensadores contemporáneos. Sufrió episodios de racismo que le marcaron durante toda su vida e influyeron en su posterior ética. Más tarde se trasladó a Paris, donde tras 4 años de preparación, logró ingresar en la Escuela Normal Superior francesa, institución universitaria número uno especializada en formar profesores del sistema educativo francés, a la que se mantuvo ligado durante el resto de su vida.
Si bien su modo de pensar es claramente filosófico, su método de hacer filosofía podría considerarse literario al utilizar el análisis del lenguaje escrito como base para desentrañar significados ocultos que pueden coexistir en un texto. Por esto, su obra ha sido catalogada como posestructuralista, aunque se podría decir que a finales de su vida su pensamiento cogió elementos postmodernistas.
A dicho método literario le llamó “deconstrucción” y al ser la base de toda su obra, es inevitable que ambas palabras (Derrida y deconstrucción) se encuentren siempre ligadas. Para acercar a Derrida a mas lectores, he preferido no profundizar en la deconstrucción, pues al fin y al cabo no deja de ser un método (aunque hayan surgido corrientes artísticas, gastronómicas, arquitectónicas… relacionadas con este concepto) y si en los pensamientos que esta produjo.
Siempre habló sin pelos en la lengua. Cuando la deconstrucción se hizo popular y empezaron a lloverle criticas de todas partes, la defendió a capa y espada. Y más tarde, al dar voz a sus pensamientos más profundos, no se arrugó en absoluto al expresar pensamientos considerados en nuestra sociedad como políticamente incorrectos.
El otro
Si debemos comenzar por algún lado, ha de ser por el concepto que tiene de la otredad pues es primario en su filosofía. Derrida escribe que “no existe nada que sea presente a si mismo con independencia del otro en la constitución del mundo”. Es decir, cree que originariamente no es que exista un yo que cree una representación del mundo independientemente de todo lo demás, sino que para constituir nuestro mundo personal es necesario el otro.
Según Derrida necesitamos del otro para conocernos a nosotros, puesto que paradójicamente, nosotros no podemos vernos a nosotros mismos. Esta ceguera impide la visión adecuada de uno por sí mismo y por tanto, se trata de una enfermedad mutiladora del conocimiento que el sujeto tiene de sí y es constitutiva a cualquier intento de conocimiento. Sin embargo, lejos de tomar lo anterior como una desventaja, Derrida afirma que se trata de una bendición, puesto que permite al yo abrirse al futuro y sobre todo al otro, en vez de estar envuelto en su propia existencia.
En la misma dirección dice que ser ciego es deseable. “Lo que no puedo ver de mí mismo, puede que lo vea el Otro, y lo que echo de menos en mí, lo veo en el Otro”. Esta ceguera garantiza a cada individuo la posibilidad de una comunidad mayor que uno mismo. Como experiencia de vida, la de Derrida era una experiencia abierta para el Otro, que es otro porque, por nuestra parte, nos enfrentamos al aislamiento total.
Hay que precisar que la idea del otro para Derrida, posee diferentes matices dependiendo de a lo que se refiera. El otro pueden ser personas, por ejemplo el otro que lo sacó de la escuela francesa en su infancia por ser judío o quien lo secuestró en Praga por querer dar seminarios a disidentes. Lo otro puede ser cualquier cosa ajena a nosotros, como la muerte que se nos cruza por casualidad o por último, el otro puede ser Dios.
Por tanto, el otro también puede ser malo. Derrida cree firmemente que el mal es tan necesario como el bien. Es a partir de este pensamiento desde el cual desarrolla su mesianismo. Adopta una posición trágica respecto a lo que puede venir en el futuro pero dice que hemos de tener esperanza de la llegada de lo bueno, de la justicia, de Dios.
No podemos dar cabida al Otro, no podemos usarlo, no está a nuestra disposición para programar o mandar o integrarse en un conjunto de leyes o una política, o para ser usado con una finalidad de izquierdas. Se debe esperar que el Otro venga como justicia y si queremos tener posibilidades de negociar con el Otro, debemos hacerlo con la justicia como guía.
Porque el Otro, o Dios, no da la ley sino que solo da un sentido de la justicia. Somos nosotros, o aquellos a quienes se les confían el poder, los que hacemos las leyes y las leyes deben ser enmarcadas responsablemente según la justicia que se sitúa más allá de ellas.
Como resumen, decir que a pesar de tener una visión pesimista del futuro, cree que mediante la lucidez podemos entender el concepto de justicia que todos tenemos dentro de nosotros y que por ello, tenemos una responsabilidad para hacerlo. Me gustaría añadir a título personal que aunque a muchos de vosotros su concepto de Dios os pueda parecer “anticuado”, la realidad es que todos nacemos con una cierta idea de la justicia y de Dios; y que por tanto, no deberíamos caer en la trampa de juzgar esta idea simplemente basándonos en “prejuicios y modas” de nuestra época.
Democracia y filosofía
Según Derrida, la filosofía no debería tener ningún tipo de límite. Debería poder ser ejercida por todo tipo de personas y ser autónoma respecto a la religión y la ciencia, aunque puedan influenciarla desde fuera. Para Derrida La filosofía es indisociable de la democracia, una “democracia por venir”. El derecho a cuestionar, es necesario para la existencia de una auténtica democracia.
Es por esto que desde el principio abrazó la democracia aunque al igual que muchos otros intelectuales de la época, lamentaría la pérdida de prestigio de la filosofía que la democracia comporta, porque la democracia está regida por la masa y no por una élite intelectual, como asumía el modelo de la revolución rusa.
Es interesante la sutil crítica que hace de la democracia. En otros inscritos también defiende que el papel de la filosofía en “la democracia por venir” debe ser el de vigilar y aportar a la sociedad. De este extracto se puede entender que según Derrida, la calidad de la democracia depende del nivel intelectual de la masa, una idea que es bastante obvia, y a la vez increíblemente potente.
En mi opinión, en la línea de Derrida, pienso que por supuesto que para crear una democracia sólida, hay que formar a las juventudes en la ciencia, de manera que la masa sea menos propensa a ser engañada por “hechos objetivos”; pero también en las mal llamadas “ciencias humanas” y concretamente en filosofía, pues suministra a los hombres el poder de pensar, razonar y discutir lo que nos es dicho. Quizás algún día la ciencia lo explique todo, pero hemos de admitir que todavía queda mucho para ello. Y que a falta de respuestas cruciales para nuestra existencia, las hemos de buscar recurriendo a métodos de carácter introspectivo. Inexorablemente.
Respecto a los imperativos económicos de decisión en las sociedades capitalistas-liberales Derrida dice:
Para mí, no es cuestión de oponerse indiscriminadamente a todos esos imperativos. Pero cuanto más se imponen esos imperativos- y a veces por las mejores razones del mundo y quizás con vistas a aplicaciones sin las que el desarrollo de la historia no podría tener posibilidad alguna en el mundo-, más urgente, irreductible, se convierte el derecho a la filosofía, así como el recurso a la filosofía precisamente para pensar y discernir, evaluar y criticar las filosofías.
En esencia, la filosofía hoy corre el peligro de ser completamente olvidada. La filosofía actual recibe recursos limitados, puesto que el capital invierte solo en lo que le reporta un retorno. La filosofía es esencial para conseguir una unión universal de la raza humana, como democracia.
Derrida, si bien discute también sobre metafísica, muchos de sus pensamientos y opiniones sobre la Francia de su época, son bastantes pragmáticos. Admite que hoy en día lo mejor que tenemos es el capitalismo pero acentúa que cuantas más decisiones se toman unilateralmente “por el bien del mundo”, más importancia debe tener la filosofía en la democracia para poder rebatirlas con las misma fuerza.
El futuro
Derrida considera que la posibilidad de un futuro más justo radica en Europa, que, a diferencia de cualquier otra parte del globo, de cualquier otra cultura, por acción y revolución efectiva, ha transformado con éxito una sociedad y una legislación civil desde sus raíces en la religión, convirtiendo el dogma del cristianismo en una democracia que funciona, de manera que realmente no quedan vestigios de pura religión o de fe irracional, puesto que han sido transformados orgánicamente y desde dentro; con todo, el imperativo moral y el sentido de la fe y de la búsqueda todavía se mantienen. En el futuro esta lucha podría comportar la posibilidad de un desarrollo ulterior hacia lo auténticamente redentor, esto es, la fundación de un esquema internacional de ley y orden, similar a grandes rasgos a las Naciones Unidas pero sin los problemas que inundan este organismo, en concreto el hecho de basarse e los miembros más fuertes para apoyar y llevar a cabo sus planes. Por lo que dice Derrida, las condiciones para el nacimiento de tal versión fortalecida de las Naciones Unidas u organismo internacional parecen ser las siguientes: dicha transformación vendrá de Europa, pero tiene que hacerlo una Europa que ya no necesita o desea seguir a América y, puesto que América es un bloque militar, tal independencia tiene que implicar la independencia militar respecto a los Estados unidos.
En el presente, nueva York y América representan el centro del mundo y sin ese centro no habría mundo como lo conocemos porque lo conocemos por medio de los sistemas de capital y de información que fluyen desde nueva york. Más aún, el mundo, los países de Europa y del resto del mundo, simplemente necesitan un centro neurálgico. El problema es que solo una Europa más poderosa militarmente y más unida políticamente podría acabar con ese servilismo. Una vez conseguido esto, se podría acometer la transformación del mundo en un espacio cosmopolita desde dentro de las tradiciones de Europa. Esto podría llevar a la igualación de poder entre estados y a su posible disolución.
Para mí, según va desarrollando Derrida su filosofía, se va deslumbrando una contradicción evidente en su pensamiento. Copiado literalmente de un párrafo anterior, él dice que la filosofía debe “ser autónoma respecto a la religión y la ciencia, aunque puedan influenciarla desde fuera”. Influenciar desde fuera quiere decir que si se hacen grandes descubrimientos, como por ejemplo que la Tierra no es plana, la filosofía no debe seguir discutiendo si la Tierra es plana o no. No obstante, se intuye con claridad que la religión, a él le influye desde dentro, malformando en cierta medida sus pensamientos.
Del mismo modo, en este mismo apartado Derrida considera que “la posibilidad de un futuro más justo radica en Europa”. Para empezar, aunque Europa ha hecho indiscutibles progresos sociales, un análisis más profundo seguramente determinaría que muchos de estos avances esconden unas raíces podridas y que inevitablemente envenenan y corrompen la superficie de nuestra sociedad. Uno de los motivos del fracaso moderno en cuanto a búsqueda de un “bienestar social” es la ingente cantidad de doble moral que existe en el mundo.
Desde mi punto de vista la posibilidad de un futuro más justo radica en un pensamiento sin raíces, fruto de una profunda introspección que haga salir a la luz, lo que realmente necesita el ser humano para ser feliz. Debemos mudar la piel, desechar todo lo que está muerto (o nunca ha estado vivo), y quedarnos con lo que realmente nos es natural a nuestras existencias. Una sociedad basada en la amistad, en el amor, en la paz interior, en el conocimiento de uno mismo. En lo que nos hace más seres humanos y menos animales.
El desierto de lo real
Los seres humanos necesitamos de leer los periódicos u otros medios de comunicación para saber que sucede en el mundo, pero al mismo tiempo, esto acarrea que partamos de una versión prefabricada de la realidad. La actualidad es hoy tan masiva que uno nunca podría, ni en un sentido ingenuo, estar en contacto propiamente con ella.
Los medios de comunicación han llenado Occidente de simulacros, de actos de ficción que poco se corresponden con la realidad. Los medios de comunicación habían dejado de informar de hechos objetivos y han empezado a reflejar sus puntos de vista (a menudo los puntos de vista del periódico) en el propio artículo, modificando la realidad percibida por nosotros. El mundo que percibimos, el mundo que pensamos, el mundo que sentimos no es el real, solo vemos la superficie, la simulación. Y a día de hoy, somos adictos a esta simulación. Adictos a los conceptos y sentimientos que evocan en nuestra mente las grandes multinacionales.
No interpretamos, existe une preinterpretación ficticia, histórica, impuesta sobre la que nos movemos. Los nazis, durante la primera mitad del siglo XX, cayeron en el error de no decodificarla y les llevo a perder el sentido de la justicia y la realidad. Derrida dice que es posible que esa versión estética del “hoy” como un momento de gran período de la historia, basado en una imagen del pasado o un estado perfecto de occidente producido, construido, ideológicamente, pudiera eliminar todos los escrúpulos, suprimir lo real, y producir un equivalente de la Shoah, o guerra desastrosa en la que los sueños hacen que los agresores se crean destinados a ganar y en los que la realidad vuelve, en todo caso, sólo como completa catástrofe.
Lo que hace más difícil pensar en el tiempo presente, moderno, es que el tiempo-mundial-comunicativo, periodístico, es demasiado rápido, demasiado rápido para pensar y, por tanto, el pensamiento es marginado del especio del discurso. Aunque podría dar cuenta de lo real, tiene grandes dificultades para intervenir en una cultura de simulación. Es cuestión de captar lo que es realmente noumenal, en oposición a lo fenomenológico, la auténtica experiencia y acontecimiento, en oposición a la simulación, y pensar requiere su propia velocidad.
Debido a esta circunstancia, Derrida expone que el pensamiento no se puede apresurar, no somos capaces de discernir bien la realidad de la ficción y por tanto, es necesario frenar la toma de decisiones política. Una decisión precipitada jamás llegará a la singularidad de lo que realmente pasa, el “acontecimiento” que subyace a la simulación, y por ello, no se puede decidir adecuadamente.
Derrida prefiere un crecimiento más lento, una precaución meditativa mayor, no tomar la verdad por “Verdad” y no tomar la realidad por “Real”.
Espectros de Marx
Este capítulo trata un tema muy interesante y Derrida lo finaliza también con una conclusión ideal. La obra de Derrida está condicionada por lo otro, que lo lleva a pensar en el futuro. Sin embargo, también se fija en el pasado, ya que el pasado siempre vuelve como un fantasma.
Lo importante para Derrida es evitar la llegada de lo malo desde el futuro y con esta intención, piensa sobre la espectrología de Europa y de su Francia, pues ve como problemas del pasado están resurgiendo. Problemas como la inmigración, en la que vuelven los espectros del pasado, como los del antisemitismo y el odio a otras razas por parte de las naciones cristianas, factores inducidos por el miedo que vuelven como fantasmas.
Sin embargo, como hemos visto anteriormente, aunque su visión del futuro sea un tanto pesimista, siempre cree que tenemos oportunidad para luchar contra él, repudiarlo o mejorarlo. En este caso cree que es posible escoger que aceptamos y rechazamos de una época, y no debemos hacerlo por conservadurismo o nacionalismo, sino teniendo en cuenta la naturaleza imprevista del futuro y sabiendo que si no somos cuidadosos, las fantasmas de épocas pasadas volverán para atormentarnos.
Ante este punto Derrida se pregunta ¿Cómo se puede evitar la llegada de lo peor si no es, como suele pasar, recurriendo al conservadurismo? La respuesta es sencilla para Derrida. En vez de tomar una actitud pasiva frente a las corrientes de opinión del momento, en vez de heredarlas sin más, hemos de decidir que aceptar y que rechazar de una época. Debemos tener la valentía y la responsabilidad de hacerlo. Puesto que el futuro es incierto y cambiante, “la democracia que ha de venir” también debe serlo, renovando constantemente la promesa de democracia y de justicia, de manera que seamos flexibles según los acontecimientos.
Derrida habla de fantasmas y espectros del pasado y lo hace con la idea de que nuestras mentes miran continuamente al pasado para recibir ayuda e inevitablemente, la reacción de las sociedades a los fantasmas del pasado, es el miedo y el totalitarismo en política. Dice que las revoluciones en Europa eran perseguidas por fantasmas del pasado pues cada revolución hereda su fantasma y este pasado, a menudo sangriento, se une a él. De esta manera, la forma en la que se ha llevado la revolución, se convierte en fantasmal al ser una mera imitación del pasado y se olvida del contenido o sentido de la justicia que debería haber guiado la revolución. Cada hecho trágico o liberador está rodeado de fantasmas.
Para contrarrestar esto, Marx propuso la idea de que la buena revolución del futuro no sería anacrónica y rodeada de fantasmas, sino pura y presente a sí misma y por ello debería tener éxito. De igual modo, Marx intenta limpiar el espíritu de sus fantasmas criticando el pensamiento del pasado, o pensamiento actual, porque le parecía que cada acontecimiento, cada revolución se reflejaba y se quedaba adherida a un pasado que la hacía más un pensamiento que un acto, más memoria que acontecimiento. De algún modo, se presiente que el desierto de lo real está inculcado desde los cimientos de cada estructura de la sociedad y que existe a niveles todavía más profundos de los que podemos imaginar.
Derrida, dice que Marx aunque inconscientemente, sabía que su propia teoría es un sistema fantasmal y nunca será real; siempre perseguirá al mundo como un fantasma, como su conciencia.
Incumplimiento del derecho a la justicia - racismo
Derrida odia que lo estados puedan ser no hospitalarios, que pueda ser un delito ser hospitalario. Hay auténtico odio y pasión en su uso de los términos y el lenguaje aplicado a aquellos que dominan la política. “incompetencia desesperada”, demagogia, xenofobia, la administración es “triste, deprimida, deprimente desesperada desesperante”. Para derrida, a los “sin papeles” se les ha privado de dignidad humana, el derecho a ser considerados personas. Su trato es debido a los esfuerzos del gobierno por ganas las elecciones contraponiéndose a los partidos de derecha que se fortalecen entonces aprovechándose de las políticas gubernamentales. Los inmigrantes en cuestión, como señala Derrida, son usados y siempre han sido usados por los gobiernos como excusa, lo que se muestra en el hecho de que los países ricos “neoliberales” han permitido la inmigración mientras había necesidad económica de ella, para negarla cuando se tienen que ganar elecciones. La concepción fundamental de los “sin papeles” como personas, lo que implica derechos, les es, por lo tanto, negada desde el principio; en lo que Derrida denomina nuevo racismo.
Se puede oler como el postmodernismo aflora en Derrida. La globalización, muy a pesar de los que mueven el mundo, también ha desatado el florecimiento de millares de relatos que habían sido marginados, igual de importantes que el nuestro. La idea impulsa con fuerza el pensamiento de que toda hegemonía se puede desafiar, al no existir “un relato único verdadero”. Además insiste en la vigilancia y continua crítica de la nueva sociedad porque la aparente homogeneización solo oculta nuevas desigualdades.
Sobre el perdón entre naciones
Le plantearon a Derrida una cuestión sobre el fenómeno de los estados que se reconciliaban con otros. Los actos de perdón y arrepentismo hoy en día, pidiendo perdón, admitiendo la culpa, tiene como objetivo buscar la reconciliación. Los jefes de estado hoy se muestran como actores y políticos: piden perdón, admiten su culpa, asumen responsabilidades y lo hacen en la medida que es un papel central de su función, un dramático ritual o ceremonia de estado, y lo hace casi contentos, incluso con los sentimientos apropiados.
Estaba molesto por este ritual falso, banal, de semiperdon por la culpa a causa de crímenes del pasado por los estados-nación y la declaración de estos con el fin de obtener beneficios económicos que repercutan en el estado, puesto que la culpa y el perdón no son auténticos y no llevarán al respeto real. Es perdón con un objetivo en mente, un perdón limitado.
La idea de la realidad de la globalización y de la latinización del globo coincide con lo que ha llegado a ser la visión del mundo para Derrida, un mundo de cosmopoitismo no cumplido, de globalización mediatica, del renacimiento de las religiones y de obstrucción del estado real de las cosas por parte de los medios de comunicación, un mundo que promociona valores cristianos. Ello no quiere decir que el mundo cristiano sea malo en todos los aspectos, solo es que no es suficientemente religioso o cristiano.
La muerte
Sin duda, una texto precioso que si bien se esconde tras rebuscadas frases, da cuenta de una filosofía de vida activa, libre, que busque el conocimiento del mundo y de nosotros vivos mediante un incesante encuentro con el otro y lo otro. Donde la muerte no se tema, sino que en cierto modo se busque para poder afrontar mejor la vida. Al fin y al cabo, cada vez que nos despedimos de una persona o de una ciudad, está muriendo para nosotros, y con ello, nosotros mismos.
Teorizó o soñó la muerte/vida, que significa que la vida y la muerte son uno, de manera que la muerte no es terrible y la vida no es poseída y celosamente reservada por un instinto temeroso.
Encontró la muerte en formas reducidas dondequiera que fuera, en cualquier lugar, como una prefiguración del final último y como el residuo de un regalo de tiempo, un regalo con medio limitados porque, de hecho, la muerte no es absoluta, sino dispersa aquí y allá.
Llegar del aislamiento a un lugar extraño, encontrar hospitalidad, es encontrar una bienvenida de la otra persona, vacía y no familiar pero satisfactoria; en un lugar desconocido se encuentra el hogar.
La soledad del filósofo, de la consciencia subjetiva, tiene que ver, como un estado de ánimo, con el melancólico darle vueltas a la muerte, que es una posibilidad real y parece convertirse en real porque promete serlo pero aquí, y ahora, donde puede ser “vivido”.
Lo que importa no es la vida en si misma ni la muerte en si misma, ni una buena vida o una buena muerte (puesto que estas son imposibles) sino una muerte/vida o sobrevivir.
No lo conocía, y fíjate, no me parece dificil entrar en contradicciones cuando se intenta teorizar haciendo comparativas o aportaciones de diferentes disciplinas, sobre todo cuando una de ellas es la religión, y esto es interesante también...Su visión de que la muerte y la vida son uno me parece atinadísima y muy real son como las dos caras de una misma moneda...
ResponderEliminarEn fin, que muchas gracias por el descubrimiento de Jacques Derrida, para los que nos gusta la Filosofía siempre es interesante conocer los desvaríos de librepensadores, son una especie aparte que suelen aportar grandes cosas.
Un abrazo Alejo, ha sido una entrada muy bien elaborada y muy completa.
Que razón que tienes Sofya. De hecho, por contradictorio que parezca, entrar en contradicciones en ocasiones no es necesariamente malo y puede ser reflejo de un pensamiento complejo.
EliminarUn abrazo Sofya :)