La reflexión de hoy es breve, simple y poco provocadora pero la he intentado enfocar desde un punto de vista un poco distinto del común.
A todos se nos ha puesto alguna vez la piel de gallina al ver un enérgico discurso con el que se logró motivar una épica victoria. Estamos hartos de reparar en intensas campañas de marketing que desean tocar nuestra fibra sensible apelando a un espíritu de auto superación; y de vez en cuando cae en nuestras manos alguna entrada o texto de Internet pretendiendo introducirnos en la cabeza que quien quiere, puede, sin importar la dificultad de la tarea ¿pero es esto verdad?
Innegablemente una persona solo es capaz de conseguir aquello que intenta pero no se nos escapa a la razón que dependiendo de que metas nos hayamos propuesto, muchas veces cegados por nuestra ilusión, a menudo el alcanzarlas resultan poco menos que misión imposible.
En mi opinión, la totalidad de nuestras acciones se quedan acumuladas en nuestro ser para el futuro y ¿qué son nuestras acciones sino intentos para conseguir algo? Se podría decir que somos el resultado de todos y cada uno de nuestros intentos y no solo de nuestros triunfos. Trabajas y eres feliz siendo enfermero porque una vez intentaste convertirte en médico y no pudiste. Eres un linier profesional de fútbol porque quisiste ser árbitro y no tenías las cualidades adecuadas. Sigues sin ser la pareja perfecta, pero eres un buen partido y posiblemente serás buen marido porque siempre lo has querido. ¿Debemos desmoralizarnos cuando no conseguimos algo? ¿Es esencial el ser un hombre triunfador en todo lo que se propone? Vivimos en una sociedad totalmente enfocada a sacar el máximo rendimiento y competitividad a sus ciudadanos y es por eso que incesantemente escuchamos, procesamos y asimilamos tanta información relacionada con el éxito pero, ¿cuánto de verdad hay en todo esto?
Está de moda decir: somos lo que comemos, somos lo que pensamos, somos lo que hacemos, somos lo que leemos, etc. En mi opinión, nuestro yo actual es fruto de lo que hemos intentado comer, lo que hemos intentado pensar, lo que hemos intentado hacer y lo que hemos intentado leer. Es decir, somos lo que intentamos. No todos están preparados para leerse un libro de Nietzsche y entenderlo pero lo que te describe no es el acabar de leerlo, sino el mismo intento sincero de hacerlo. Es lo que nos define como ser.
Creo que somos algo más que éxitos o fracasos. Creo que somos algo más que resultados objetivos y cuantificables. Creo que no hace falta tener “éxitos rotundos y comprobables” en la vida para haber tenido una vida exitosa. Vale mucho más poder comprender la esencia de un concepto, persona o cosa con tu consciente raciocinio y/o poder sentir esa esencia con el corazón, pero no haber conseguido monetizar de alguna manera el resultado; que no ser capaz de llegar a su esencia de manera profunda y real, y haber tenido algún tipo de éxito. De igual modo, hace más bien al mundo una persona que altruistamente ayude a los demás sin tener la posibilidad de hacerlo en abundancia que una persona que done grandes cantidades de dinero sin ser capaz de sentir la necesidad y ansiarlo plenamente.
Para finalizar, si damos por correcta la idea de que somos lo que de manera sincera y con determinación intentamos, inmediatamente nos viene a la mente su consecuencia directa. Si no tenemos los huevos de intentar hacer cosas nuevas o en algún momento de nuestras vidas intentar cambiarnos a nosotros mismos debido al acojono que podamos sentir, no somos nada.
Tienes razón Alejo, por suerte, somos algo más que todo lo que se ce a primera vista o creemos... Menos mal...
ResponderEliminarUn abrazo
Y además, esa primera opinión la tendemos a hacer con los cánones que nos ha enseñado la sociedad, sin importar la lógica que tengan.
ResponderEliminar¡Un abrazo Sofya!