Duele. Pero la elección ha sido mía.
La semana había sido estresante y me disponía a dormir lo que no había podido descansar durante la semana. Pero el tiempo pasaba incesantemente, y desde la oscuridad, no me era difícil sentir la sonora carcajada que mi inconsciente, a modo de castigo, me proporcionaba.
Me levanté, y tras limpiarme la cara en un intento de esconder mis ojeras, me senté en el sofá y encendí el portátil. No hacía falta buscar el motivo a mi extraña conducta, simplemente sabía lo que debía hacer.
Una vez la conversación hubo concluido, mi corazón palpitaba sobreexcitado, a muchas más pulsaciones de lo normal. Y como si con un arma blanca me hubieran herido, sentí el frio hedor de la verdad. Está con otro.
La semana había sido estresante y me disponía a dormir lo que no había podido descansar durante la semana. Pero el tiempo pasaba incesantemente, y desde la oscuridad, no me era difícil sentir la sonora carcajada que mi inconsciente, a modo de castigo, me proporcionaba.
Me levanté, y tras limpiarme la cara en un intento de esconder mis ojeras, me senté en el sofá y encendí el portátil. No hacía falta buscar el motivo a mi extraña conducta, simplemente sabía lo que debía hacer.
Una vez la conversación hubo concluido, mi corazón palpitaba sobreexcitado, a muchas más pulsaciones de lo normal. Y como si con un arma blanca me hubieran herido, sentí el frio hedor de la verdad. Está con otro.
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