Son las 12:45. Me siento raro. Pero no es por causa de algo totalmente mundano y por tanto con fácil solución. El paseo de los domingos me espera. Le comento a mi hermano peque que me espere para limpiar la casa, que llegare en un par de horas. El me mira con cara perpleja, pero en el fondo no se extraña, me conoce. Me ducho y me pongo lo primero que veo en el armario. Cojo cuaderno y bolígrafo. Y por supuesto, el móvil. Necesito mi música . Salgo de casa con cara de mala ostia. Atravieso el Puente de Mundaiz y pienso “Mierda, que de gente”. “Al menos el rio hoy tiene color bonito”. Me siento en un banco concentrándome en la música, un par de lágrimas brotan de mis ojos. Abro el cuaderno, empiezo a escribir y caen un par de gotas del cielo. Por fin, necesitaba la lluvia , esbozo mi primera sonrisa. Ahora en el móvil sonando música celestial . Sigo en el mismo banco, sintiendo la fina y floja lluvia derramarse sobre mi cabello. Pasa por delante un perrito y como extrañado me observa