La sociedad nos enseña desde bien pequeños a temer el futuro. “Estudia o terminaras trabajando de barrendero” nos advierte la ama. “No te conviene enamorarte, los amores siempre acaban mal”, nos alerta nuestro aita. Y tras las primeras piedras con las que tropezamos, asimilamos que a nuestros padres no les faltaba razón. Sin embargo, erran en los valores y en los por qués de lo que nos inculcan, y en vez de animarnos a desarrollar todas las partes de nuestro ser, a conocernos a nosotros mismos, a vivir experiencias, a enfrentar con naturalidad el cambio y aprender de esta manera a desenvolvernos con soltura en la vida, nos incitan a llegar a un punto de seguridad y permanecer allí el resto de nuestra vida. De alguna manera ante la tempestad de la tormenta, debido tanto a lo que nos han enseñado, como al instinto de supervivencia, tendemos a forjarnos un escudo del mejor acero . Pretendemos llegar a una supuesta situación de tranquilidad donde la lluvia no arrecia; en forma de